domingo, 26 de junio de 2011

7.- Leer los textos de Bazant y Galván para analizar la situación educativa al final del porfiriato.

Durante mucho tiempo nuestro país ha sido catalogado como una nación del tercer mundo, esto debido a la comparación que se le hace con países más industrializados y a las carencias económicas en la que vive gran parte de su población. Otros, tratando de ser más positivos, sustituyen el término "tercermundista" por "país en vías de desarrollo", ya que de esta manera se plantea que nuestra nación no está del todo amolada. Sin embargo, siendo un poco más realistas y adentrándonos en las comunidades marginadas que aún persisten en el territorio nacional, nos damos cuenta de que no se puede tapar el sol con un dedo y que verdaderamente se necesita un mayor apoyo por parte del gobierno (tanto económico como educativo) para que estos habitantes logren salir de su miseria y puedan contribuir en el desarrollo de nuestro México.

El crecimiento escolar estuvo más bien concentrado en las zonas urbanas, provocando las diferencias tradicionales entre las ciudades y el campo. A pesar de la implementación de escuelas por todo el territorio nacional estas no fueron suficientes para atender las demandas de la población. Es por eso que al observar las estadísticas de escuelas primarias, la asistencia media de alumnos, los ciclos escolares terminados, frente al enorme esfuerzo que indudablemente sostuvieron los educadores del Porfiriato, no podemos menos que sufrir una desilusión.
Cabe mencionar que la población indígena siempre fue un obstáculo para los programas educativos, pues mientras se consideraban inferiores, y mientras existía la polémica (lo cual existe actualmente en nuestra entidad) de si era mejor integrarlos o educarlos en sus propios idiomas, se pasaron los años y, por eso, los estados con mayor población indígena como Guerrero, Oaxaca y Chiapas han sido menos alfabetizados. La otra cara de la moneda nos muestra a los estados del norte tales como Coahuila, Sonora, Nuevo León, etc., ya que ahí se alfabetizó en una mayor proporción a sus habitantes. Otro aspecto por el cual los estados del norte lograron una mayor alfabetización entre su población, se debió a la importancia que cada gobernante le ponía a la educación y no necesariamente porque tuvieran los presupuestos más altos, por ejemplo la política de Ahumada y Creel en Chihuahua, Corral en Sonora y Reyes en Nuevo León, estaba centrada en la educación. Aunque también debido al auge ferrocarrilero, así como la inmigración que atrajo capitales y fomentó la industria y el comercio, unidos a la escasísima población indígena, fueron factores decisivos para el progreso educativo de estas entidades.
Durante el Porfiriato también surgieron las escuelas privadas y las del clero, siendo mayoría las primeras que las segundas, sin embargo, no lograban superar en número a las escuelas públicas. Se les permitió a los particulares poner sus escuelas siempre y cuando siguieran los programas educativos impuestos por el gobierno federal.
En lo que respecta a los establecimientos educativos, es bueno recalcar que distaban mucho de ser a lo que actualmente conocemos como “escuela”. Resulta que si bien existían, no podían asistir a ellas hombres y mujeres juntos; para poder atender a esa población estudiantil se hacía lo siguiente: “los niños estudian en el horario matutino y las niñas en el vespertino”, y si llegaba a haber una escuela mixta (como en el caso de Chihuahua) habían dos patios distintos, uno en el que podían jugar los hombres y otro para las mujeres. Sin embargo siempre fueron a las escuela más niños que niñas (de cada 10, seis eran varones y cuatro mujeres) y esto se repetía con mayor incidencia en los estados más pobres como en Oaxaca, Chiapas y Guerrero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario